Info sobre Formentera

Formentera, esta isla, nuestra isla, nuestro universo minúsculo que cambia sin cesar y a una velocidad vertiginosa. El último año nos enseñó dolorosamente lo vulnerables que somos nosotros, nuestro mundo, toda la humanidad, aquí y en todas partes. Lo tuvimos que aprender los privilegiados igual que aquellos que desde siempre han sido conscientes de su vulnerabilidad: los invisibles, los ignorados, los desplazados, los marginados, los que luchan por la supervivencia diaria, los olvidados.

La historia de Formentera ha sido escrita por los olvidados: náufragos, piratas, invasores, presos, fugitivos y colonos que intentaban sobrevivir a pesar de la pobreza del suelo y la escasez del agua. Después de ellos vinieron los hippies, en los años 60, llegaron de cada rincón del mundo buscando un nuevo concepto de vida, y luego acudieron algunos admiradores suyos, imitadores que se creyeron hippies, pero que volvieron rápidamente a su cómoda vida anterior. Vinieron artistas conocidos, músicos, pintores, gente de la farándula, que encontraron en Formentera una fuente de inspiración para su creatividad, y finalmente llegaron algunos turistas aventureros que se alojaban en las pequeñas fondas que empezaban a abrir sus puertas.

Llegasteis vosotros, y llegué yo, y todos queríamos vivir nuestra aventura en esta isla diminuta a la que no era fácil llegar en la década de los 70 y que por ello nos parecía aún más atractiva. Entonces no existían los ferrys que actualmente cruzan día y noche el estrecho entre Ibiza y Formentera, con casi cualquier oleaje, y no tardan más que media hora. En el pasado, la travesía era un viaje muy movido de dos horas, las viejas barcazas crujían y gemían y no tenían un horario fijo.

Había que tener fe. Había que confiar en que en algún momento partiría un barco, confiar en que el capitán encontrara la isla deseada sin GPS, sin una App para la navegación o un radar, entre la niebla y con mar gruesa, y que pudiéramos desembarcar más o menos enteros. Para tranquilizar a los visitantes del norte, inexpertos y torpes, marineros de agua dulce, en cada barco se instaló un bar que se convertía en el centro durante cada travesía. Así que, nada más poner un pie en el barco, se nos convidaba amablemente a unos cuantos chupitos de Hierbas, el licor típico de las islas. Esto arreglaba el mundo, el bamboleo ya no importaba y todo estaba bien, por lo menos hasta pisar nuevamente tierra firme.

Hoy las Hierbas se suelen ofrecer como digestivo tras una comida copiosa. No podías rechazarlo en aquellos tiempos en el barco ni puedes hacerlo ahora cuando te lo ofrecen en uno de los numerosos restaurantes porque ofenderías al anfitrión, al camarero y tal vez a todo el personal. Así que será mejor dejarse convencer incluso hoy día. En cuanto a la fabricación casera de esta bebida, tanto la gente de Formentera como la de Ibiza sostiene que su método de elaboración es único, y la combinación de las hierbas y la intensidad de los aromas es distinta en cada caso.

Menos mal que los visitantes de la isla no intentaron prepararlo, el proceso les parecía demasiado complicado. Estaban ocupados con no hacer nada, el bien merecido descanso que se disfrutaba una o como máximo dos veces al año. Además había mucho que descubrir, mil cosas nuevas y fascinantes que entonces no se podían averiguar de antemano con la marea de información que hoy nos llega a través de Internet. El turista medio de entonces no sabía que, si quería llevar su coche a la isla, tendría que pasarlo por dos estrechos tablones para subir a la cubierta de la legendaria Joven Dolores, una verdadera proeza con el peligro de acabar en las aguas del puerto. En la cubierta no cabían más que tres coches y, una vez superado el escollo del embarque, podía pasar que al viajero le tocara el sitio de en medio donde cabía tan justo que no se podían abrir las puertas para salir. Entonces el pobre desgraciado se veía obligado a pasar las dos horas de la travesía sentado en su coche, y además en sentido contrario a la marcha. Con mar gruesa hasta vomitar resultaba difícil, y luego venía la peliaguda maniobra de desembarque en la isla ansiada.

En el hostal le esperaban habitaciones modestas, amuebladas parcamente y con un suministro eléctrico errático, proporcionado por un generador. Si éste fallaba, la noche se hacía oscura como la boca de un lobo... hasta que alguien lo arrancaba de nuevo, lo reparaba o traía la gasolina olvidada. Otra solución era encender unas cuantas velas o una de las apestosas lámparas de petróleo. Éstas eran por entonces la única fuente de luz fiable en las Pitiüsas. Más adelante fueron reemplazadas por las lámparas de gas que, aunque emitían un sonido sibilante, no apestaban. De todos modos, en las habitaciones de los hostales brillaban por su ausencia. El huésped tenía que memorizar exactamente dónde había puesto todas sus cosas por si las necesitaba durante la noche, y tenía que recordar cada día que, cuando fallaba la electricidad, no solo se iba la luz sino también el agua. La ducha de la noche era una empresa arriesgada ya que podía darse el caso de que uno se encontraba de repente en la oscuridad, completamente enjabonado, y de la ducha no salían más que unas últimas gotas de agua salada. Pero a la mayoría de los visitantes esto no les molestaba en absoluto, al contrario, les parecía maravilloso. Adoraban esta isla llena de sorpresas, estaban encantados con todo lo nuevo e inusual, disfrutaban de la comida, abundante y sabrosa aunque no siempre presentada de forma muy refinada, y estaban fascinados por la gente de la isla, su amabilidad, su interés por todo lo desconocido, su gran habilidad de improvisación y su capacidad de no ver nada en el mundo, en su mundo, como un problema.

Más tarde, fueron precisamente estas cualidades las que se convertirían en un problema. La fértil inventiva, la creatividad y el talento de improvisación chocaron con el perfeccionismo de los tiempos modernos. Todos nos hemos acostumbrado a una vivienda cómoda, un suministro de electricidad y agua ilimitado y una inmensa oferta de alimentos. La cuestión es por cuánto tiempo y bajo qué condiciones se podrá disponer de los recursos necesarios.

Desde hace algunos años, en Formentera se trabaja para conseguir una combinación sostenible de perfeccionismo y conservación o recuperación de viejas tradiciones. Entre otros, se contempla la reconstrucción de los muros de piedra caídos, la restauración de fincas y pozos, el cultivo de los campos, la siembra de una variedad rara de cereal pequeño, la repoblación con plantas autóctonas casi desaparecidas, el control del arbolado y la recuperación de áreas yermas y abandonadas. Desde hace años se intenta aumentar el equilibrio entre turismo y naturaleza.

Formentera es un entorno privilegiado, pero delicado, una burbuja que nos protege y que debemos proteger sin echar a perder su carácter abierto de antaño. Ahora hay sofisticados hoteles de diseño que funcionan de manera muy profesional y parecen estar a años luz de los hostales de sus abuelos. Pero no te equivoques, pues no es sorprendente que en un apartamento refinado un tubo de agua haga las veces de barandilla, que Internet no funcione regularmente a pesar del cable de fibra óptica o que no se pueda acceder a Internet o llamar a casa con el móvil. Lo mejor es asumir que en Formentera estarás offline y aprovechar todo lo que nuestra isla te puede ofrecer. No lo olvides: estás en Formentera, ¡disfrútala! Mucha suerte y cuídate.